viernes, 25 de febrero de 2011

En el país del Sagrado Corazón, la Ley no contempla al amor.

En la misma edición electrónica del mismo periódico que circula desde la época de las rotativas, de la sangre, las bombas, la intolerancia, la injusticia, la violencia, el narcotráfico y que ahora nos llega a punta de bits a las diminutas pantallas de nuestros teléfonos móviles, ahora que la violencia está en el campo y en los países del norte (y en las ciudades, en los barrios, en las calles, pero nos hacemos los bobos); en fin, en el mismo periódico me sorprenden dos titulares: Bebé de tres años, en observación tras recibir golpiza y Procuraduría pide investigar adopciones ilegales de parejas gay.

Al bebé de tres años de la primera historia lo golpeó su madre por pedirle comida a destiempo y lo dejó al borde de la muerte, aunque está claro que la señora-que-comete-intento-de-homicidio, quizás con ninguna educación (al menos ninguna lo suficientemente relevante como para aprender a controlar sus impulsos primarios), con un tipo por esposo-compañero permanente-amante-amigo, que, seguramente, también la golpea cuando es ella la que le pide (o le niega) comida a destiempo, podría, si así lo decidiera, tener la patria potestad de cualquier bebé que le trajera su marido. Privilegio/maleficio que le caería al pobre chino y que se les niega de plano a los bebés que caen englobados bajo el segundo titular, que, para mí, es una desafortunada decisión del periodista, pues dejó de hablar de las dos mujeres que se aman como nadie, eruditas, casi genios, talentos de exportación, doctoradas en el extranjero, amorosas, tranquilas, queridas, pacientes y, sobro todo, muy orgullosas de ser colombianas, por centrarse en la casuística de los amigos que conoce el abogado que intentó defender los derechos de ambas (quienes, sea dicho de paso, contrajeron matrimonio en alguno de los países de pensamiento más liberal que el nuestro y, no sobra agregar, con mayor calidad de vida, mayor inversión extranjera, mayor Producto Interno Bruto, mejor tecnología, menos violencia, menos hambre y más equidad).

Al bebé de tres años de la segunda historia (no sé si tenga tres, pero digamos para efectos dramáticos que así es), la procuraduría recomendó que no le permitieran ser legalmente adoptado por la mujer que es su madre, con el argumento de que “permitir que parejas de un mismo sexo se hagan a la patria potestad de un menor es desconocer la manera como el Código Civil concibe a la familia, que solo puede constituirse a partir de la unión entre un hombre y una mujer” (fragmento del artículo del diario en cuestión).

No sabría yo interpretar lo que este país me muestra por medio de estos dos articulitos que hacen parte de la edición digital, a la vanguardia, moderna, de un diario que se da el lujo hoy de ser de opinión y de análisis cuando son tantos los países que viven la censura. No sabría cómo contarle a mi hijo que el Código Civil concibe a la familia, no como la base de la sociedad, no como una reunión amorosa de personas unidas por vínculos de consanguinidad o afectivos, no como el pilar sobre el que se transmiten los valores y los principios, no como eje del respeto y del amor, sino única y exclusivamente como criaderos. Con perdón de los exegetas, si yo considero que la familia sólo puede constituirse a partir de la unión de un hombre y una mujer, entonces yo creo que la familia sólo implica la reproducción, sólo existe para parir muchachitos.

Claro que, si somos consecuentes, esa concepción de la familia lo explica todo: explica la violencia, explica el hambre, explica la inequidad, la ambición, la corrupción, el aislamiento; explica la crisis de valores que tenemos, explica lo alejados que estamos del amor.

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