martes, 18 de agosto de 2020

SE ME HABÍA OLVIDADO CONTARLES

 Se me había olvidado contarles, que casi me muero la otra vez. Me estuve casi muriendo casi un año entero. De hecho, y para ser honesta, todavía no sé si me sigo muriendo. En realidad, y a todas estas, creo que todos nos estamos muriendo siempre, lo que pasa es que yo me fui muriendo de verdad. Ya me hicieron un trasplante de médula. Del diario que debía llenar todos los días, durante el trasplante, solo fui capaz de escribir 6 días, después me dediqué de manera exclusiva a morirme o a sobrevivir, sigo sin saber, como les dije. 

Acá estoy, escribiendo, no vaya a ser que también este blog se muera, también antes de tiempo. 


viernes, 17 de junio de 2011

De ellos será el Reino de los Cielos

Lo malo de nacer acomodado es no darse cuenta de nada hasta que es demasiado tarde.

Lo primero de lo que uno no se da cuenta es, precisamente, de haber nacido acomodado.

No tengo ni idea de cómo se dan cuenta los ricos de su riqueza, podría ser, me imagino, pues los ricos y los pobres de seis años tienden a pensar de manera parecida, que hacen la misma pregunta que hice yo en mi infancia: ¿Papi, nosotros somos ricos o pobres? Es probable que la respuesta del padre rico sea riquísimos mi amor, riquísimos, con esa entonación propia de los que de tanto viajar al extranjero y codearse con esa pseudo realeza criolla han perdido su acento nativo y han importado la musicalidad de otras latitudes, y que la madre rica se limite a pellizcar al inquisidor bajo el brazo mientras murmura entre dientes que cómo no se ha dado cuenta si el automóvil y el viaje a Paris, el guardarropa, las tres empleadas domésticas, la casona con vista sobre el valle, los perros de exposición, las clases de tenis en el club y la cultura que transpiran en lugar del oloroso sudor de los menos favorecidos, hablan por sí mismos.

Tampoco sé cómo les responderán los pobres a sus hijos, los llenarán de esperanzas con frases como lo importante no es lo que somos sino a donde podemos llegar; les restregarán la dura realidad y el pobre peladito de cinco años debe tragarse sin ningún tipo de bálsamo la terrible noticia de vivir en la pobreza porque el país está hastiado de tanta inequidad, porque los ricos son ladrones y se lo llevan todo, porque los políticos no saben hacer su tarea, porque el abuelo perdió todo su dinero cuando tenía 23 años, porque tuvieron que partir del campo expulsados por la violencia, porque la misericordia de dios así lo quiso o simplemente les darán una pela por hacer preguntas tontas que no llevan a ninguna parte y de paso dejan al pobre muchachito sin ganas de volver a cuestionarse nada en la vida. No sé.

La respuesta que me dieron a mí fue ni ricos ni pobres mija, acomodados, aunque también me tocó el pellizco de mi mamá porque esta pregunta no se hace en voz alta en pleno sermón de iglesia cuando el cura afirma con voz de político populista que dichosos los pobres porque de ellos será el reino de los cielos.

A partir de ahí, todas las respuestas quedaron circunscritas a esas tierras medias en las que uno ni es algo ni es lo otro. Con el tiempo fueron partiendo de esas mismas tierras todas mis preguntas, y ahora, mucho me temo, que también ahí construyo todas mis respuestas.

viernes, 25 de febrero de 2011

En el país del Sagrado Corazón, la Ley no contempla al amor.

En la misma edición electrónica del mismo periódico que circula desde la época de las rotativas, de la sangre, las bombas, la intolerancia, la injusticia, la violencia, el narcotráfico y que ahora nos llega a punta de bits a las diminutas pantallas de nuestros teléfonos móviles, ahora que la violencia está en el campo y en los países del norte (y en las ciudades, en los barrios, en las calles, pero nos hacemos los bobos); en fin, en el mismo periódico me sorprenden dos titulares: Bebé de tres años, en observación tras recibir golpiza y Procuraduría pide investigar adopciones ilegales de parejas gay.

Al bebé de tres años de la primera historia lo golpeó su madre por pedirle comida a destiempo y lo dejó al borde de la muerte, aunque está claro que la señora-que-comete-intento-de-homicidio, quizás con ninguna educación (al menos ninguna lo suficientemente relevante como para aprender a controlar sus impulsos primarios), con un tipo por esposo-compañero permanente-amante-amigo, que, seguramente, también la golpea cuando es ella la que le pide (o le niega) comida a destiempo, podría, si así lo decidiera, tener la patria potestad de cualquier bebé que le trajera su marido. Privilegio/maleficio que le caería al pobre chino y que se les niega de plano a los bebés que caen englobados bajo el segundo titular, que, para mí, es una desafortunada decisión del periodista, pues dejó de hablar de las dos mujeres que se aman como nadie, eruditas, casi genios, talentos de exportación, doctoradas en el extranjero, amorosas, tranquilas, queridas, pacientes y, sobro todo, muy orgullosas de ser colombianas, por centrarse en la casuística de los amigos que conoce el abogado que intentó defender los derechos de ambas (quienes, sea dicho de paso, contrajeron matrimonio en alguno de los países de pensamiento más liberal que el nuestro y, no sobra agregar, con mayor calidad de vida, mayor inversión extranjera, mayor Producto Interno Bruto, mejor tecnología, menos violencia, menos hambre y más equidad).

Al bebé de tres años de la segunda historia (no sé si tenga tres, pero digamos para efectos dramáticos que así es), la procuraduría recomendó que no le permitieran ser legalmente adoptado por la mujer que es su madre, con el argumento de que “permitir que parejas de un mismo sexo se hagan a la patria potestad de un menor es desconocer la manera como el Código Civil concibe a la familia, que solo puede constituirse a partir de la unión entre un hombre y una mujer” (fragmento del artículo del diario en cuestión).

No sabría yo interpretar lo que este país me muestra por medio de estos dos articulitos que hacen parte de la edición digital, a la vanguardia, moderna, de un diario que se da el lujo hoy de ser de opinión y de análisis cuando son tantos los países que viven la censura. No sabría cómo contarle a mi hijo que el Código Civil concibe a la familia, no como la base de la sociedad, no como una reunión amorosa de personas unidas por vínculos de consanguinidad o afectivos, no como el pilar sobre el que se transmiten los valores y los principios, no como eje del respeto y del amor, sino única y exclusivamente como criaderos. Con perdón de los exegetas, si yo considero que la familia sólo puede constituirse a partir de la unión de un hombre y una mujer, entonces yo creo que la familia sólo implica la reproducción, sólo existe para parir muchachitos.

Claro que, si somos consecuentes, esa concepción de la familia lo explica todo: explica la violencia, explica el hambre, explica la inequidad, la ambición, la corrupción, el aislamiento; explica la crisis de valores que tenemos, explica lo alejados que estamos del amor.

viernes, 9 de abril de 2010

¿La única salida o me lavaron el cerebro?

Jamás he estudiado ciencia política, de hecho, creo que jamás me ha interesado mayor cosa la política, aunque los nuevos dirigentes se empeñan en repetirme que la política también debería ser lo mío, lo de los menos jóvenes, lo de los jóvenes, lo de los viejos, en fin, lo de todos; que debemos hacer un esfuerzo colectivo para dejar de creer que la política es de los políticos, de los que compran votos y los venden, de los que mueven maquinarias y se escudan detrás de banderas partidistas que van cayendo en desuso, y traerla a la vida cotidiana, hacerla de los ciudadanos como en la antigua Grecia, pero con la salvedad de que acá sí ciudadanos somos todos –casi todos. Aclaro mi ignorancia política pues quiero que quienes me lean sepan que escribo desde este punto y no desde un cuerpo teórico construido tras años y años de entrenamiento.
Y desde mi ignorancia, me pregunto: ¿es la posición bélica, la mano dura, la única salida para nuestro conflicto interno o me lavaron el cerebro?
Me lo pregunto porque con esto de la unión entre Antanas Mockus y Sergio Fajardo por fin veo una propuesta de candidatos presidenciales para una democracia madura, analítica, ética, responsable. Cuando los imagino en la presidencia pienso en aquella frase famosa que dice que cada país tiene el presidente que se merece y me llena de orgullo imaginar que por fin llegamos a un nivel de evolución como sociedad en el que nos merecemos un presidente como Mockus y un vicepresidente como Fajardo, me emociona imaginarlo y empiezo a entender que haberme quedado en esta tierra tiene todo el sentido del mundo, cuando la gran mayoría de mis amigos de infancia ahora son exitosos empleados o tristes desempleados en los países considerados potencias económicas.
Y, si bien todas mis entrañas me dicen que vote por ellos, a la hora de pensar en la jornada electoral me entra un miedo y empiezo a pensar que quizás lo mejor sea votar por Santos. Si sé que Mockus y Fajardo pueden administrar este país de manera transparente, que ellos son capaces de mantener el interés inversionista pues con su propuesta de gobierno también están garantizando la paz, no la que surge de la confrontación bélica ni la que resulta de quien tenga más poder militar en un determinado momento, sino la que da como resultado de una ecuación en la que las oportunidades de desarrollo de verdad se manifiestan y se va eliminando, entonces, paulatinamente, la necesidad de sembrar coca para tener con que comer, con que recibir educación, con que tener acceso a los servicios de salud, con que tener la formación necesaria para emplearse en la economía formal, con que acceder a servicios financieros regulados, con que empezar a creer en la legalidad como opción, entonces, ¿por qué mi duda?
Cuando en el colegio nos hablaban de la propaganda, por allá en la materia de historia universal, uno medio veía que Estados Unidos tenía toda una maquinaria estructurada para hacer creer a todos sus habitantes que la única salida era la guerra, que debían defenderse contra un enemigo infame, con la capacidad de destruir el mundo en segundos, homicida de Dios y de la libertad; vimos que su estrategia estaba acompañada de discursos y panfletos que anulaban la capacidad de decisión del pueblo americano, que se consolidó una sociedad en torno al miedo, que hasta Súper Héroe debieron crear para alimentar el sueño americano, el de la libertad y las oportunidades que sólo eran posibles en la medida en que tuvieran más armas nucleares, más buques de guerra, más soldados, más consumo y menos pensadores. Hoy, tras muchas décadas bajo el credo de la propaganda, con varios enemigos que han pasado por la lista desde aquel entonces en el que la Unión Soviética era el máximo villano, con el dolor de infinidad de pueblos atropellados, el miedo sigue siendo la constante entre los ciudadanos estadounidenses.
De este ejemplo, deduzco, desde mi ignorancia, que la propaganda exige la creación de un antagonista fuerte, inhumano, grotesco. Mientras más grande el enemigo en la mente de los pueblos, más imperiosa la necesidad de defenderse contra él y más “salvador” el Estado que se arriesga a hacerlo.
Y entonces, vuelvo y me pregunto: ¿me lavaron el cerebro? ¿Me han hecho creer que el enemigo infame sólo puede eliminarse por medio de la guerra? ¿Quién es el enemigo infame: las Farc o Chávez? ¿Nos va a destruir Chávez en el campo de batalla o es simplemente un campesino ignorante, que habla sin pensar y que ha caído en nuestra trampa mediática vez tras vez para que lo convirtamos en ese enemigo cruel, inmenso e inhumano que debemos destruir a toda costa? ¿Es la guerrilla terrorista y narcotraficante nuestro enemigo absoluto? ¿Cuál guerrilla latinoamericana ha sacado la banderita blanca en señal de rendición y se ha entregado voluntariamente a la justicia? ¿Cuál Gobierno se ha saltado el proceso de los diálogos de paz con sus guerrillas? ¿Es la guerra la única salida? ¿Sin guerra, se caería la economía? (Con guerra se cayó la estadounidense, así que eso no puede ser cierto, pero, de todas maneras, me lo pregunto) ¿He sido víctima de la propaganda y a eso se debe mi miedo de votar por Mockus y por Fajardo?
En realidad, quisiera que estas preguntas se las hicieran los que sí saben de ciencia política, los que no hablan desde la ignorancia, quizás así puedan darme respuestas, a mí y a todos, que nos lleven a tomar una decisión consciente, una decisión que no provenga del miedo que sentimos frente al enemigo construido; ojalá la repuesta sea que de hecho nos merecemos un presidente como Mockus, un vicepresidente como Fajardo, y que podemos sentirnos orgullosos de haber llegado a este nivel de madurez como democracia.

viernes, 1 de mayo de 2009

Navidad

Aquella Navidad, no sé cuántas después o antes de aquella otra en la que recibí de regalo un montón de rosetas sobre el estómago, bonitas e increíblemente urticantes, que poco tardaron en cubrir todo mi cuerpo y de las que aún hoy conservo como recuerdo una pequeña cicatriz sobre la frente, un cratercito que pone en evidencia mi increíble capacidad de desobedecer las órdenes y recomendaciones de mi mamá y que debió ser cubierto por el photoshop la única vez en mi vida que he servido de modelo publicitaria, recibí, en lugar del bebé muñeca que todas mis primas habían pedido en sus cartas, una cámara fotográfica: podría dejar de lado para siempre la máquina de juguete, color púrpura, que tenía un flash giratorio, que hacía el tradicional sonido de las cámaras cuando obturan y que me mostraba en cadena las siete maravillas del mundo.
Y, por supuesto, también recibí una muñeca, menos pulida que las de mis primas; la mía, para que les quede claro, era evidentemente una muñeca, mientras que las de ellas, ante la mirada fugaz del transeúnte desentendido, podrían pasar perfectamente por bebés de carne y hueso. (La muñeca la recibí para consolar a mis tías que habían decidido que, en vista de que todas las primas –menos yo, que no contaba- recibirían sus bebés-muñecas, la mejor opción de aguinaldo sería confeccionarles a todas desde el vestido de gala hasta el canguro para llevarlas sobre la espalda.) Y no crean que la discriminación fue producto de un niño Dios despalomado, él, tan buen lector, se guió sólo por mi solicitud explícita, así que la despalomada era yo que me creía, desde los cinco años, capaz de construirme un mundo lleno de maravillas.
Hoy, mis primas, todas, tienen a cuestas sus bebés muñecas, de carne y hueso, que demandan, a su vez, sus propios bebés muñecas, las matrículas de los colegios, los seguros médicos, los últimos videojuegos, sus bicicletas, los dulces del supermercado, los viajes a Disney, la ropa confeccionada, los canguros y los coches. Y ¿yo? Pues con mi cámara, como era de esperarse.

jueves, 30 de abril de 2009

Del pánico a la indignación


¿Cómo he vivido la Pandemia?

Después del 11 de septiembre famoso, Estados Unidos encomendó a 11 directores cinematográficos del mundo la pequeña tarea de contar cómo habían vivido en sus países de origen la fatídica fecha. 11 bellas historias que nos recordaron que el sufrimiento trasciende las fronteras, en especial las que no son norteamericanas, pues de éstas, casi diez narraban tragedias propias, menos mediáticas que la estadounidense, pero igual de dolorosas –incluso más, me atrevería a decir-. Pues bien, el contexto mundial nos exige preguntarnos cómo hemos vivido la pandemia y yo quiero compartir mi caso, particularmente porque mi hermana, hace poco menos de un mes, después de un noviazgo de año y medio con un mexicano, que, a propósito de los medios masivos, conoció por Internet, se fue a vivir nada menos que a la zona donde se presentó el paciente cero, el pequeño niño culpable de la crisis que nos ha convertido a todos en sospechosos.
Empezaré por este punto. Aquí, en Colombia, en el Valle de Aburrá, rodeada de montañas enormes, me he encontrado dudando incluso de mi mejor amiga. Puede ser, Dios no lo quiera, que el virus esté en su saliva y un beso de despedida se convierta entonces en mi condena de muerte. He dudado de mis compañeros de trabajo, del ducto del aire acondicionado, de la puerta del ascensor, de mis padres, hasta de mi perro: si el virus migró del cerdo a los humanos, puede ser, es posible, que también haya migrado al can y que esté pronto a devolverse reforzado para matarme. Y sí, todos han dudado de mí, ahora debo buscar una máscara de esas que el gobierno decretó que no pueden venderse por más de 180 pesos porque mi típica alergia matutina hizo que ante el primer estornudo todos me miraran como si acabara de apuntarles entre los ojos con un revólver cargado, qué digo apuntarles, me miraron como si de hecho hubiera apretado el gatillo. Mi hermanita, hasta amenacé a mis padres con un ataque de ira incontrolado si no buscábamos la manera de hacer que se devolviera, maldito su novio y maldita la Internet que permitió que se conocieran, ahora la pobre se mueve por un caldo de cultivo que acabará con su vida, como le ha pasado ya, en lo que va de abril, a 149 personas, 20 de ellas casos confirmados de “la nueva gripa” .
Pánico, eso he sentido, eso sentí hasta hoy, a eso de las once de la mañana, cuando empezó a parecerme todo algo sospechoso. Y entonces, la televisión me dio un empujoncito, un comercial de esos institucionales en los que invitan a la población de Antioquia a protegerse de la tuberculosis. Empecé a pensar, a darle vueltas en la cabeza a todo el revoltijo de noticias de última hora con discusiones viejas y lecturas pasadas, a recordar aquel director de instituto médico que me decía, con la cara llena de vergüenza al pensar en su juramento hipocrático, que las enfermedades son un negocio muy rentable, tanto, que hasta se decretan con el propósito exclusivo de generarle demanda a los medicamentos. El caso que usó como ejemplo fue el de la hipertensión y se me quedó grabado pues la primera vez que empecé estudios de medicina, recuerdo que me dijeron, tensiómetro y estetoscopio en mano, que la presión normal estaba en un rango de 120 / 80 más o menos diez y luego, doce años después, cuando una vez más inicié estudios de medicina, de tensiómetro y fonendoscopio en mano (ya le habían cambiado el nombre de uso al estetoscopio), me dijeron que una persona con presión arterial de 130, era hipertensa. En 12 años pasó de normal a hipertensa la pobre persona de presión de 130 y quedó condenada a usar medicamentos para la presión por el resto de su vida.
Pues bien que mi pánico, ante esta sumatoria de factores –más otros tantos que fueron revoloteándome por la cabeza- me llevó a cuestionarme cuántas personas habían muerto en México por tuberculosis en el mismo lapso. El dato exacto no lo encontré, pero me topé con unas cifras que me dejaron al borde de una crisis nerviosa: entre el año 2000 y 2008, murieron en México 22.581 personas a causa de la Tuberculosis. ¡En sólo 2008, en el estado de Veracruz murieron 2.596 personas, es decir 7.11 personas al día! De hecho, buscando un poco más, encontré que se calcula que cada minuto muere una persona por tuberculosis en el mundo, y eso, tras un ejercicio básico de matemáticas, significa que, estadísticamente, cada día mueren 1440 personas por tuberculosis. (Nótese que en lo que va desde el inicio de la famosa pandemia de la gripa, han muerto, en promedio, 4.96 personas por día. ¿Pandemia? )
Entonces, ¿por qué los medios no dicen nada de la pandemia de tuberculosis? ¿por qué no hay una crisis mundial, una alerta 6, por qué no cierran los colegios y las empresas? Quizás, el contagio sea difícil o no se transmita de persona a persona o no esté, como el virus de la gripa, en la saliva... mentiras. El pasado 24 de marzo se celebró el día mundial de la tuberculosis y las campañas preventivas nos enseñaron que la tuberculosis se contagia a través del aire, cuando una persona afectada con TBC pulmonar tose o estornuda.
En este punto, mi pánico se transformó en desasosiego. ¿Será verdad lo que las cadenas de correos electrónicos afirman y esto no es más que un circo para cambiar por fin de tema y dejar la crisis económica en el olvido? ¿Será la estrategia de mercadeo de los laboratorios productores del antiviral salvador más anti ética jamás presenciada por el hombre? ¿Seré yo Señor? Ahora resulta que a mi hermanita le va a dar tuberculosis, o a mí o a mis compañeros de trabajo o a mi mejor amiga... pero no, eso no ocurriría, en las noticias no lo han dicho, en el periódico no sale publicado, eso no existe. ¡En todo caso, con tanta pensadera, demás que se me ha subido la presión a 130 y ahora sí soy hipertensa!

miércoles, 29 de abril de 2009

Paula: lo que a ella

Donde a todas estas Eva hubiera tenido media-razón siempre y sólo hubiera pasado por alto un detallito en su premisa, entonces la vida, como el amor, sería un bien finito y las normas de economía del uno deberían aplicar de manera semejante para la otra. Es decir, hay que vivir despacio para no irse a gastar la vida antes de tiempo. Hay que amar despacio. Qué vida. Todavía se colgaba del cuello mío cuando me veía y me abrazaba como si no hubiera nadie viéndola, se quedaba ahí colgada mientras yo, casi medio metro más alta, seguía caminando. 21 años, casi todos conocidos míos. Un lunar en su mejilla y un nombre-condena. No el suyo, el de él. ¿Qué tal si los nombres nos traen amarrado un destino que nos es ineludible? A quién se le ocurre que un hijo de clase media, acomodado como dirían las mamás, pudiera llamarse así, con esa mezcla entre un inglés de película mal pronunciado y un español de registraduría de pueblo, de esos que ingresan en sus actas de nacimiento a yovanis y leidis mariselas, y sobrevivir a su destino de maleante. Los estudios de medicina, la fisioterapia en Alemania, los libros de literatura francesa y el estudio de tanto existencialista, una dieta balanceada, una rutina juiciosa de ejercicio y el buen sexo no pudieron salvarlo de terminar, puñal en mano, con la niña de mi cuello y lunar en la mejilla.

La culpa era de ella, quién la mandó a estar tan viva. Y de la mamá, la de él, cómo se le ocurre ponerle semejante nombrecito y creer que él iba a salir impune, con la cédula de bandera, a ondearla en señal de victoria pacífica frente al destino. Y qué se iba a imaginar que su papel estaba ya escrito, que era el peón que haría el jaque en medio de una de esas magistrales partidas de ajedrez en las que los entendidos desde el tercer movimiento giran la escudería completa, con monarquía incluida, en señal de una derrota que nadie más ve.

Desde la cuna de ella –con un tetero al alcance de su mano, por si acaso de nueve meses entendía que el dolor de tripas se le iba a quitar con sólo tomar ese objeto lleno de aguapanela, con un chupo que había pasado de generación en generación, y llevárselo a la boca- él estuvo condenado. ¿Por qué fue él y no tanto criminal suelto, de joya al cuello para demostrar con oro lo que la educación no dio, el que se llevó la sangre y la condena? El nombre. ¿La condena? ¿Cuál? El fiscal de turno le dio una pena más suave que la que asumió la pobre señora que se empacó una libra de arroz en el bolso antes de salir del supermercado. La sangre sí, y esa no se la quita ni el jabón de coco ni el Axe. Y yo que intenté enseñarle Inglés mientras ella seguía gastándose esa vida a toda velocidad. La primera vez que la vi, parecía una muñeca, de esas de muñequero, que lloran y uno les da tetero y cierran los ojos y hay que cambiarle los pañales. Mi primera muñeca.